Hace más de 4.000 años en el Antiguo Egipto la terapia reflexológica era utilizada de forma habitual tal y como se puede observar en pinturas y grabados encontrados en la Tumba de Anjmahor en Saqara, conocida como la tumba del médico, pertenecientes a la VI dinastía.
También en China eran conocidas las virtudes terapéuticas de esta disciplina, empleada frecuentemente junto a la acupuntura. En el siglo IV antes de nuestra era, un médico chino, Wang – Wei, después de colocar las agujas en el cuerpo de sus pacientes, efectuaba presiones en las plantas de los pies de manera firme, durante varios minutos, hasta conseguir el efecto terapéutico deseado. Según había podido comprobar con su experiencia, aplicando y manteniendo esa presión se conseguía liberar la energía de sanción propia del ser humano.
La reflexología en Occidente comenzó de la mano del Dr. William Fitzgerald quien, estudiando el sistema energético descrito por la medicina tradicional china, promulga una terapia basada en el tratamiento de las zonas reflejas, tomando como elementos de conexión las líneas longitudinales de energía que recorren el cuerpo de los pies a la cabeza. Sus estudios sobre esta materia le llevaron a la conclusión de que ejerciendo presión sobre unos puntos determinados, principalmente en los pies, se lograba un equilibrio fisiológico en otras zonas corporales.